La teoría “kenótica”

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La teoría “kenótica” es un “término teológico” que se refiere a una herejía que todavía anda entre los cristianos (especialmente entre algunos “eruditos”). Todo el problema surge de Filipenses 2.5-8.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. [Flp 2.5-8]

La palabra “kenótica” viene de la palabra griega que se traduce “se despojó” en el versículo 7. Los que creen en la herejía kenótica dicen que el Hijo de Dios “se despojó” de algunos de Sus atributos divinos para llegar a ser hombre. O sea, según esta teoría, mientras que Jesucristo estaba en la tierra, Él (como Hijo de Dios) era “menos Dios” que antes.

Pero, por lo que ya hemos visto en la Biblia sabemos que esto no es cierto (ver todas las referencias a la deidad arriba; aun vemos los atributos incomunicables en la vida de Jesús durante Su ministerio terrenal: omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia). El contexto de Filipenses 2.5-8 nos aclara el asunto (si tomamos el tiempo para observar lo que la Biblia dice en su debido contexto, no nos desviaremos de la sana doctrina).

El cambio que tomó lugar con la encarnación tuvo que ver con la “forma” del Hijo de Dios y no con Su “esencia” (Flp 2.7). O sea, el cambio tuvo que ver con Su papel y posición, no con Su carácter y atributos. Él dejó Su gran gloria y privilegio como Dios, Rey de reyes y Señor de señores, para “ponerse la ropa” de un servidor—para hacerse hombre. Pero no dejó de ser Dios.

Es decir, usando las palabras de Pablo, que el Hijo de Dios era rico (lo tenía todo en el cielo) pero se hizo pobre (se despojó de Su posición, Sus privilegios, Su gloria y Su honra) por un tiempo para tomar la forma de un siervo y rescatarnos de la pena del pecado.

Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos. [2Cor 8.9]

Tenga cuidado, entonces, que nadie le engañe en cuanto a la deidad de Cristo: En Él habita toda la plenitud de la Deidad (todo lo que es Dios, esto es Cristo; Él es Dios mismo—toda la Deidad—en la carne).

Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. [Col 2.8-9]

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