¿Cómo matar a una iglesia?

¿Cómo matar una iglesia?

Este articulo fue escrito por David Huckabee y se publicó originalmente por medio del ministerio de Way of Life Literature. La traducción es de la Iglesia del Este y cualquier error de ella es nuestra responsabilidad. Agradecemos mucho a nuestro hermano David Cloud porque su ministerio y sus escritos han sido de mucha bendición para nosotros tanto en el ministerio como en nuestro andar personal con el Señor Jesucristo.

¿CÓMO MATAR A UNA IGLESIA?

Las iglesias del Nuevo Testamento no mueren naturalmente, ellas han sido constituidas para no morir de una muerte natural. Sin embargo, las iglesias pueden llegar a verse como muertas. Lo más común es que las iglesias mueran desde adentro por sus propios miembros. Una iglesia no es sólo una organización, es también un organismo, algo vivo, y como tal, tiene el potencial para crecer y prosperar, o de abatirse y morir. El Señor prometió que Su Iglesia, considerada como una institución, no moriría (Mateo 16.18), pero esto solo quiere decir que va a haber una continuidad de iglesias como la iglesia de Jerusalén hasta Su venida; esto no garantiza la continua existencia de cada iglesia individualmente.

¿Cómo entonces se puede matar a una iglesia?

1. UNO PUEDE MATAR A SU IGLESIA MANTENIÉNDOSE LEJOS DE ELLA.

Las Escrituras comparan los miembros de una iglesia con los de un cuerpo físico (1Cor 12.12b), y así como ciertos órganos del cuerpo humano no pueden ser removidos sin que el cuerpo muera, así también es con la iglesia local, el cuerpo de Cristo. Cuando los miembros de una iglesia empiezan a alejarse de ella, pronto comienza su muerte.

Esto generalmente es algo gradual: primero empieza con el descuido de las reuniones de finanzas: “No importa si estoy o no. Los otros van a hacer las cosas para satisfacerse a sí mismos”.

Los servicios en la noche son verdaderamente la prueba de ácido del amor al Señor de los miembros de cada iglesia. Para muchos es muy sencillo venir a la iglesia para los servicios por la mañana porque no hay nada que hacer excepto quedarse en casa. Por supuesto, aun muchos supuestos cristianos van a abandonar la Casa de Dios un domingo en la mañana para quedarse durmiendo; este tipo de «creyente» es el más infiel que existe. Pero de aquellos que asisten regularmente a los servicios dominicales por la mañana, muchos no van a asistir los domingos en la noche para nada. Y las mismas excusas que ellos ponen para no asistir a los servicios de la tarde, no sirven cuando son invitados a una fiesta, o cuando tienen que ganarse la vida en cierto lugar, etc. Pero, el Señor algún día va a pagar sus cuentas. Proverbios 16.2 “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; Pero Jehová pesa los espíritus.”

Algunos miembros se van de las iglesias permanentemente, y nunca más regresarán; pero si consideramos la conexión entre dos versículos en Hebreos 10.25-26: “…no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre…”, encontramos que esto es una indicación de que el individuo era un falso cristiano. La misma verdad encontramos en 1Juan 2.19: “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros…”.

2. UNO PUEDE MATAR A SU IGLESIA POR HAMBRE.

Puede matarla por la falta de convertidos.

Una iglesia vive y crece sólo por las nuevas conversiones y la añadidura de las mismas, y entonces si no está siendo nutrida por las nuevas conversiones como resultado de la predicación del evangelio y la oración, va a morir pronto debido a la carencia de más conversiones. Las almas salvas son una transfusión de sangre a cualquier iglesia. “Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos”, Hechos 2.47. Dios es el que hace la añadidura de nuevas almas convertidas a la iglesia, y todavía lo hace a través de oraciones, la predicación y el testimonio de Su gente.

Puede matarla por por la falta de espiritualidad.

Debemos recordar que la degenerada Iglesia de Roma fue una vez una iglesia del Nuevo Testamento hasta su pérdida de espiritualidad. La herejía en la doctrina es primeramente precedido por la herejía en la práctica (por ejemplo: por una vida carnal). ¿Cuánto de esto puede ser prevenido? Por miembros viviendo en la santidad día a día (no semana tras semana, ni tampoco mes tras mes). Pero, la dedicación requiere una negación de uno mismo y muchos de los que profesan ser cristianos no quieren hacer esto.

Puede matarla por por la falta de oraciones y finanzas.

Es posible privar de comida a una iglesia hasta la muerte por no apoyarla con sus oraciones y con las finanzas. Una iglesia es un negocio–el más grande y el que más vale la pena de todas las empresas en el mundo, y por lo tanto tiene que tener dinero para operar. Además, puesto que es un negocio celestial, más que dinero necesita las oraciones del pueblo del Señor. Algunos que profesan ser cristianos son mucho más diligentes en murmurar acerca de la iglesia y quejarse de lo que hacen el pastor y aquellos que fielmente trabajan en la iglesia, que en la oración y la ayuda para ellos mismos. Lo mismo que es cierto acerca de una mula se puede decir de muchos cristianos: NO PUEDEN JALAR MIENTRAS ESTÁN PATEANDO Y NO PUEDEN PATEAR MIENTRAS ESTÁN JALANDO.

En cuanto a la incapacidad del pueblo de Dios para apoyar financieramente a la iglesia: Malaquías 3.8-10 está todavía en la Biblia y llama a los retenedores del diezmo y ofrendas como ladrones. Tampoco es para decir “pero es que en el Antiguo Testamento”. La división de la Biblia entre el Antiguo y Nuevo Testamento es estrictamente una división hecha por hombres; las Escrituras mismas no conocen nada de esto. [Nota del traductor, la Iglesia del Este: Nosotros no estamos de acuerdo con esta declaración por el autor del artículo. Nos parece que Hebreos 8.13 dice claramente que hay una distinción entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Sin embargo, estamos de acuerdo con el «principio eterno» que el pasaje de Malaquías nos comunica: si no damos a Dios lo que Él quiere, somos ladrones. Esto es exactamente lo que el hermano dice en lo que sigue.] Pero en todo caso, 1Cor 9.1-14 obliga a los creyentes a apoyar la iglesia precisamente de la misma manera en que el Tabernáculo fue apoyado – por diezmos y ofrendas. Ver especialmente 1Corintios 9.14: «Así también ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.»

3. UNO PUEDE MATAR A SU IGLESIA POR CONFLICTOS INTERNOS.

Se podría decir que los conflictos han matado a tantas iglesias como cualquiera otra cosa. Cuando dos personas están en desacuerdo, y ambas son totalmente egoístas, van a causar una lucha que crecerá hasta que consuma a la iglesia entera, a menos que la iglesia termine con el conflicto paso a paso. La lucha interna es una señal de inmadurez espiritual y carnalidad: “De manera que yo [Pablo]… no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales… porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” [1Cor. 3.1,3].

Las luchas generalmente nacen del orgullo, por donde hay un conflicto, ambas partes asumen orgullosamente que tienen la razón, y no admitirán la posibilidad de que estén equivocados. Al mismo tiempo, no van a tratar de ver el punto de vista del otro, tampoco van a admitir que el otro puede tener la razón. Una iglesia es muy afortunada si no tiene tal corriente de luchas, conflictos, disensión y división.

Los conflictos también se promueven por el fariseísmo, cuando uno mira hacia abajo a los demás mientras que sólo tiene en su mente la exaltación de sí mismo. Esta persona toma la actitud del fariseo en Lucas 18.9. El orgullo se interpone en el camino de la humildad, que es siempre el primer paso hacia el arrepentimiento.

Una de las formas más trágicas de los conflictos en una iglesia es cuando un miembro, o un grupo de miembros, se sienten heridos por la predicación (que es muy común cuando el predicador es fiel en predicar contra el pecado, y a declarar los deberes de los cristianos a los miembros). A menudo los miembros de la oposición montarán una campaña para echar fuera al predicador, y la excusa se usa más comúnmente es que el predicador es un “dictador”. Ahora nosotros no tenemos ninguna simpatía con un verdadero dictador en el púlpito, pero antes de que el hombre de Dios sea estigmatizado como un dictador, todos deben considerar lo que Dios ha le ha mandado al predicador a hacer. Según 2Timoteo 4.2: “…que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.” Además, leemos en 1Timoteo 5.20 que, “a los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”. En Tito 2.15 la Biblia dice: “Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie”. Tito 1.13: “Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe”.

Sobre la base de estos versículos y muchos otros textos similares, el predicador no sólo tiene el deber de declarar la verdad, sino también de reprender a los miembros que están viviendo vidas perversas, y nadie tiene el derecho de llamarle dictador por solamente estar haciendo su deber. Esto no es para decir que el predicador esté usando el púlpito para reprender a los miembros por diferencias en las opiniones personales, ni que deba atacar a cada uno por cada pequeño error. El sabio predicador pronto aprenderá a usar la psicología cristiana incluso en las serias violaciones de la ética cristiana, y que “la blanda repuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” [Prov 15.1]. Un arrogante y agresivo predicador producirá sólo dolor para él mismo y desaliento para su iglesia.

Las luchas entre los miembros de la iglesia y el pastor usualmente destruyen a la iglesia por el simple hecho que por la rebelión contra el pastor, los miembros son rebeldes contra el Señor, y aunque la iglesia pueda llamar a alguien como pastor, aún si están dirigidos por el Señor en hacerlo, el pastor es hecho el superintendente o supervisor (griego “obispo”) sobre el rebaño, Hechos 20.28. No sólo esto, sino que el predicador, cuando él está declarando el evangelio, es un embajador de Cristo, rogando a los hombres en lugar de Cristo a reconciliarse con Dios, 2 Corintios 5.18-20. Y aún más, cuando predica la responsabilidad cristiana a los creyentes, ellos están obligados a obedecer y a someterse, porque el pastor es responsable ante Dios por ellos, y por tanto es una cosa seria estar en desobediencia cuando el pastor está simplemente tratando de servir al Señor con fidelidad. “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” [Heb 13.17].

Algunas iglesias degradan el oficio del pastor y lo reducen a una mera figura, y tratan al pastor con el menor respeto como cualquier laico en la iglesia; algunas veces ellos permiten que su independencia y autonomía se vayan a sus cabezas, y creen que pueden echar al pastor cada vez que no les guste lo que él diga. Sin embargo, cabe señalar que las Escrituras no dan ni siquiera un solo ejemplo de la destitución del pastor de una iglesia, tampoco de ninguna iglesia desafiando la autoridad del oficio del pastor.

Esto da por sentado que la iglesia tiene autoridad sobre sus miembros, incluyendo al pastor, pero también es verdad que el pastor es un hombre específicamente llamado por Dios, y que por tanto tiene una relación especial con Dios. Y aunque en raras ocasiones sea necesario despedir y excluir a un predicador por la inmoralidad o la herejía, aún así la iglesia debe ser lenta para tomar alguna acción contra algún profeta del Señor sin ninguna buena razón.

4. UNO PUEDE MATAR A SU IGLESIA POR TERQUEDAD.

En las Escrituras, la terquedad es un pecado comparado con la brujería e la idolatría (1 Sam 15.22), y sin embargo algunas personas parecen deleitarse en oponerse a todo progreso espiritual y actividad en la iglesia. No es una virtud que uno esté tan fijo en su forma ser que entorpece el cambio de la iglesia para bien. Ninguna iglesia es tan perfecta cuando comienza que no tenga campo para mejorar. Es cierto que la santificación es un proceso de cambio durante el cual los individuos lleguen a a ser mejores, y si los miembros mejoran día con día, así también su iglesia. El pecado de la iglesia de Sardis fue que obstinadamente se rehusó a arrepentirse de pecado (Apoc 3.3), y en consecuencia murió lentamente en la vid. Negó admitir su estado de frialdad e indiferencia. Hay algo conocido como una ortodoxia muerta – una doctrina desviada del verdadero amor de Cristo.

Algunos dicen, “Bueno, es mi vida y es asunto mí si quiero arrepentirme o no”. Pero esto no es cierto, pues cada persona es un ejemplo para los demás y su mal ejemplo puede desviar a otros, inclusive tal vez aun guiarlos a algo mucho peor. Además, la corrupción de un miembro en la iglesia corrompe a la iglesia en sí: “un poco de levadura leuda la masa” [1Cor 5.6]. Nadie puede darse el lujo de satisfacer un pecado o permitirlo, porque el pecado en los miembros de la iglesia es lo que mata las iglesias.

Hay demasiadas formas de matar una iglesia, pero lo más importante es darse cuenta de la solemne consecuencia de destrozar en pedazos una iglesia del Dios Viviente. “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” 1 Corintios 3.17. No importa cuáles son las excusas dadas, si un individuo o grupo de individuos se conducen a sí mismos para causar la muerte de una iglesia, ellos deberán mejor prepararse para enfrentarse prontamente al juicio de Dios en la perdida de sus vidas físicas.

Una iglesia es mucho más importante que el derecho colectivo de sus miembros, para que una iglesia exista, no solo para los presentes miembros, si no que es un testigo para aquellos que tal vez nunca se unan, pero podrían ser llevados a los pies del Señor a través del ministerio que esta conlleva. No solo esto, pero también los derechos de futuros miembros debería de ser considerados cuando se toman acciones que puedan perjudicar a la iglesia. Muchos miembros “carnales”, en su celo por hacerse su propio paso, justifican sus propios pecados, a través de su propio orgullo y sentimientos heridos, no importando que pudieran estar apagando el único faro de verdad en su comunidad. No les importa que generaciones futuras no tengan la oportunidad de escuchar el evangelio y ser salvos porque una iglesia fue destruida por la “carnalidad” de sus miembros.

La actitud de muchos es que “soy salvo, entonces dejemos que el resto del mundo se vaya al infierno, a mí que me importa”. Una actitud así difícilmente demuestra evidencia genuina de una verdadera conversión. Si es cierto que “Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?” 1 Juan 3.17, ¿qué más cierto sería aún por aquellos que no tienen interés en el bienestar de las almas de otros? Dios tenga compasión por un hombre que destruye una iglesia: si él es realmente salvo, él se pone a sí mismo bajo el castigo físico por poner su egoísmo y deseos encima del bienestar de una iglesia del Dios Viviente.

5. UNO PUEDE MATAR A SU IGLESIA POR EL EGOÍSMO.

Todo el discurso de estos puntos anteriores puede ser resumido en este, pero vamos a aventurarnos a hacer algunos comentarios más que caen específicamente bajo este título. Vivimos en la era más próspera que este mundo haya conocido. Sumemos además el hecho de que esta generación tiene la mayor cantidad de recursos para llevar el evangelio a toda raza, nación y tribu que generaciones pasadas. Radio, televisión y la prensa hacen el evangelismo posible como nunca antes visto. Pero, ¿Qué pasa? En lugar de usar estos medios para la gloria de Dios, los hombres se han involucrado en ellos tan egoístamente que más bien están perjudicando la verdad de Dios.

Se ha demostrado que la gente (en algunos países) gasta cientos de veces más dinero en animales que todas las empresas religiosas juntas, Newscaster Paul Harvey reportó que de cada dólar que se gasta en iglesias, $12.000 se gastaba en crimen. Es claro al ver esto, que estamos trabajando el lado erróneo del problema.

Dar a misiones es el termómetro que demuestra el ambiente espiritual de una iglesia. Es normalmente la medida de santidad de una iglesia. Llámelo misiones en casa o como quiera llamarlo, pero el uso egoísta del dinero que es del Señor para la gratificación de miembros de una iglesia va a matar a la iglesia tan rápido como cualquier otra cosa. Esperemos que Dios nos dé más iglesias bíblicas y serviciales avivando a los miembros a ser mas dedicados y obedientes.

¿Estás matando tu iglesia con tus pecados, con tu egoísmo y/o con tu negligencia?

¡Entonces arrepiéntete antes de que tu iglesia y tú sean destruidos!

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